Y es que me fijo en todo lo que pasa,
ya no creo en esa fulana esperanza.
Escucho cada sonido y me ilusiono nuevamente,
espero un poco, observo
y no veo más que otra razón
-tal vez- para odiarte.
Ya no hay estrellas,
mucho menos vías lácteas...
Sólo hay pocas -muchas, a veces-
ganas esperando(te)
cosas, cosas que tal vez ya no lleguen.
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